Mutua Madrid Open 2024: Alcaraz progresa sin despeinarse | Tenis | Deportes

Un poco de Carlos Alcaraz es más que suficiente para despachar cómodamente a Thiago Seyboth Wild; ladrador el brasileño, pero poco mordedor. En esa derecha hay potencia, no cabe duda, pero también abundantes taras. Sale fuerte el chico, aparentemente despreocupado, y se la juega en cada pelotazo pero a Carlos Alcaraz, que algo sabe de pegada, no le impresiona lo más mínimo. En el tenis, incluso en este formato moderno en el que todo transcurre a toda pastilla, si a la velocidad no le acompaña algo de mano, un mínimo de estructura, hay poco que hacer. Bien lo sabe el murciano, que recibe un regalo anticipado de cumpleaños justo una semana antes de que festeje los 21: el tiro de Seyboth Wild —24 años y 63º del mundo— tiene algo de salvaje, pero muy poco de efectivo, así que se resuelve la tarde sin mayor sobresalto: doble 6-3, en 1h 15m.

Alcaraz vence por pura inercia. Simplemente deja hacer y espera a que caiga por su propio peso el brasileño. Va ascendiendo la cifra de imprecisiones —la estadística refleja al final 23— y él, que anda fastidiado del brazo desde hace un par de semanas, agradece la colaboración. Toda ayuda es buena. Le basta con jugar al trantrán en esta ocasión. Es una tarde más bien pastosa, que no requiere de elevar el tono ni tampoco de florituras; un par de voleas marca de la casa y mucho revés para proteger esa derecha, pero poco más. Conviene ahorrar artillería y el de El Palmar —20 ganadores, por los nueve del adversario— ejecuta un ejercicio práctico, sin enredos ni vacilaciones. Baste la imagen: peinado intacto y ningún rastro de sudor. Seriedad y concentración, y el resto lo pone Seyboth Wild.

Más que ilustrativo ese punto en el que Alcaraz reduce el ritmo del esprint para golpear la pelota por debajo de las piernas, en lugar de acelerar y devolver de cara la bola, que desciende mansamente. O ese otro instante en el que una vez sellado el primer break, 4-3 para él, observa desde la silla la pantalla un anuncio en el que él mismo recomienda una crema protectora contra el sol. Permitida esa doble licencia, el murciano continúa resolviendo con seriedad y el duelo se inclina de manera natural, porque tenía que ser así: sin querer, seguramente también lo hubiera ganado. De modo que no hay excesiva miga y el vencedor felicita a su padre Carlos —“esta va por ti, Papá”, firma en la cámara— y piensa ya en los octavos.

Ahí estará el martes el alemán Jan-Lennard Struff, el jugador con el que dirimió el título el año pasado. Difícil presa, un cañonero de tomo y lomo; sabe desempeñarse sobre arcilla. “Ojalá vaya como la final del año pasado. Sabemos el jugador que es y el nivel que tiene; tendré que estar muy concentrado al resto. Vamos a tener que ponernos las pilas y a dar el cien por cien; será un partido un poco incómodo de jugar, pero creo que la gente lo va a disfrutar”, dice satisfecho. “Vine un poco nervioso porque no sabía cómo iba a estar mi derecha, pero estoy muy feliz con mi actuación. Hacía tiempo que no manejaba esos nervios, pero he jugado a un gran nivel, desde el principio hasta el final. Hoy ha sido la prueba de fuego y no he tenido ninguna molestia. A partir de hoy vamos a ir para arriba. Disfruto cada punto y cada bola que golpeo en la Caja Mágica”.

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